Como cualquier otro país, Nueva Zelanda cuenta con una interesante historia a sus espaldas… quizás no es una historia larga, pero sin duda es fascinante. Su cultura actual es el resultado de unir unos orígenes casi legendarios, con la llegada posterior de los europeos. Tradición junto a modernidad, raíces junto a desarrollo… Esto sin duda lo convierten en un lugar único en el mundo. Pero no queremos adelantarte nada, aquí va nuestro (no tan) breve resumen de la historia de Nueva Zelanda que, ojalá, pueda acercarte un poquito más a esa tierra tan lejana y bonita.
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Primeros pobladores: los maoríes
Poco se sabe acerca de la llegada de los primeros pobladores de Nueva Zelanda, pero parece claro que antes de la llegada de los maoríes (alrededor del 800-1200), no había señal de vida humana en estas dos islas perdidas de la mano de Dios.
Entre mitos y realidades, se asume que los primeros maoríes llegaron a esta nueva tierra, que llamaron Aoteroa (país de la larga nube blanca) desde la legendaria isla Hawaiki. Actualmente no se conoce la existencia de ese lugar, aunque todo apunta a que era una isla de la Polinesia: el idioma, las creencias y los rasgos de los maoríes son parecidos a los de otras culturas de esa zona del mundo.
Durante siglos, los maoríes vivieron solos, aislados del resto de civilizaciones. Esto les permitió desarrollar una cultura fascinante, basada en una conexión casi simbiótica con la naturaleza, con un marcado carácter espiritual y repleta de ritos y leyendas. Pero no te imagines a un pueblo zen y calmado: dos rasgos característicos del pueblo maorí son la fortaleza y la valentía, y es que históricamente siempre hubo guerras entre las diferentes familias. Todo seguía su curso por aquellas lejanas tierras hasta que… llegaron los europeos.
En este post te hablamos más sobre la historia, curiosidades y cultura de los maoríes.
La llegada de los europeos
En el año 1642 el explorador neerlandés Abel Tasman fue el primer europeo en acercarse al país y comúnmente se considera como su descubridor (un poco como Colón lo fue para América). Lo más curioso es que Abel Tasman jamás pisó Nueva Zelanda (cuando un grupo de marineros intentaron desembarcar, hubo unos malentendidos con los maoríes que fueron a recibirlos y acabaron muertos).
Aún así el nombre del navegante permanece ligado a la historia del Nueva Zelanda, por ejemplo Tasmania se llama así en honor al él, y hasta hay un parque nacional en la isla sur con su nombre. Fueron otros cartógrafos holandeses los posteriormente decidieron denominar Nieuw Zeeland a esas nuevas tierras (Zeeland es una provincia holandesa).
Curiosidad: hay una corriente que defiende que los españoles llegaron a estas islas del Pacífico antes que los holandeses. Estas teorías aseguran que en realidad fue Juan Fernández el primer europeo en descubrir Nueva Zelanda en el año 1576 y que incluso habría llegado hasta Australia (aunque jamás se encontraron pruebas definitivas).
El que sí pisó Nueva Zelanda, sin ninguna duda, fue el legendario capitán James Cook quien, además, lo hizo por todo lo alto: en 1769 reclamó que esa “nueva” tierra formara parte de la Corona Británica. ¿Cómo? Colonizándola, claro.
En un principio los británicos que se establecieron en zonas costeras fueron pequeños grupos de balleneros y cazadores de focas, aunque luego llegaron los cazadores de almas… misioneros vaya (alrededor del año 1810). Fueron ellos los primeros en mantener contactos con los maoríes, quienes los denominaron “pakeha” (extranjeros), y así surgió una primera relación comercial: a cambio de establecerse en sus territorios, los europeos seducían a los nativos con productos que jamás habían visto (desde carne de cerdo hasta patatas, desde escritura a una nueva religión, desde dinero hasta caballos). Puede parecer algo tonto, pero hasta la llegada de los europeos en Nueva Zelanda solo existía un mamífero (un murciélago), y hoy es conocida por ser el país de las ovejas :-p
Como dato curioso destacar que en 1815 nace Thomas King, quien fue el primer descendiente de europeos que nació en suelo neozelandés.
Fue una época dura para los colonos: no estaban acostumbrados a las duras condiciones climáticas, los recursos eran más que limitados y hoy en día se recuerda a esos primeros pobladores europeos (de los que gran parte de los habitantes actuales son descendientes) como personas fuertes, con gran inventiva y determinación.
Guerras internas y Tratado de Waitangi
Hubo alguna que otra tensión entre colonos y nativos, claro está, pero lo cierto es que los problemas eran más bien “internos” entre diferentes tribus de maoríes… y más cuando, gracias al comercio, las armas de fuego entraron en sus vidas. Entre 1820 y 1835, por ejemplo, tuvieron lugar las conocidas como Guerras de los Mosquetes.
Otro motivo por el que maoríes y pakehas llegaron a un equilibrio más o menos pacífico era que ambos se necesitaban: los europeos estaban empezando una nueva vida, por lo que precisaban tierra, paz, mano de obra y ¡esposas! Si consideramos la sociedad británica de entonces, queda bastante claro que eran pocas las atrevidas que decidieron lanzarse a la aventura de atravesar medio mundo (al menos en un principio), por los que los matrimonios mixtos eran cada vez más frecuentes.
Los maoríes por su parte, habían encontrado en los europeos una nueva fuente de riqueza (tanto monetaria como cultural). Si a esto sumamos que la extensión del territorio NO era un problema, pues en esos primeros años había “espacio para todos”.
Hay que destacar que la Corona Británica intentó hacer las cosas de forma adecuada y creó una figura que se encargara de las relaciones entre maoríes y colonos. En un principio el responsable fue James Busby, quien en 1838 fue sustituido por William Hobson. Los dos hicieron una gran labor para reunir a los jefes de todas las familias maoríes con un objetivo: la firma de un tratado que, supuestamente, facilitaría la vida a ambas partes.
Estamos en el año 1840 cuando la Corona Británica representada por Hobson y los jefes de las familias maoríes se reúnen en la isla norte y firman el Tratado de Waitangi. ¿Qué se busca? Principalmente tener una política territorial que regulara las relaciones entre nativos y extranjeros. De esta forma los británicos se aseguraban una nueva colonia en aguas del Pacífico (ese mismo año Francia comenzó a establecerse en una zona de la isla sur, la Península de Banks) y los jefes maoríes la protección y el apoyo que necesitaban en caso de nuevos ataques (externos e internos).
Sin embargo, como desgraciadamente ocurre a menudo… las palabras se las lleva el viento y más cuando están redactadas en dos idiomas diferentes que NO dicen las mismas cosas. Como veremos más tarde, el tratado en idioma maorí era, en algunos puntos, significativamente diferente al redactado en idioma inglés… Resultado: los maoríes, que firmaron un acuerdo en el que cedían la soberanía de sus tierras a la Corona a cambio de su protección (se transformaban en súbditos a todos los efectos), intercambio mercantil justo, garantías sobre la propiedad de las tierras y la conservación de la cultura maorí, se sienten estafados y la paz duraría poco.
Guerra de las Tierras de Nueva Zelanda
En el año 1845 comenzaron una serie de conflictos (denominados Guerras de las Tierras de Nueva Zelanda) que enfrentaron a maoríes y colonos, y que durarían de forma más o menos activa hasta 1872. Los británicos, gracias a las armas de fuego, salieron airosos.
A partir de ese momento, y más aún cuando se descubrieron minas de oro en Otago, la inmigración desde Inglaterra, Escocia e Irlanda se multiplicó. En pocos años los europeos pasaron de ser unos 2.000 a casi medio millón. Una suerte diferente corrieron los maoríes: su número ya había descendido vertiginosamente a causa de las guerras, pero fueron las epidemias traídas desde Europa las que los diezmaron considerablemente (pasaron de ser unos 120.000 a 44.000 a finales de 1800).
Hacia una convivencia pacífica: finales de 1800 y 1900
Tras establecerse una nueva paz, forzada pero efectiva, Nueva Zelanda pasó a vivir una época tranquila aunque no aburrida. A ojos del mundo, este pequeño y lejano país era todo un experimento social y progresista… fue en Nueva Zelanda, por ejemplo, donde por primera vez se reconoció el voto de las mujeres (1893). También a finales de 1800 se introdujo la educación gratuita y obligatoria, así como las jubilaciones.
Si bien la fiebre del oro tardó poco en esfumarse (las reservas se agotaron más pronto de lo esperado), en el año 1882 se completó el primer envío de carne congelada, que dio inicio a las exportaciones de carne y leche a Reino Unido. Este hecho propició el incremento de la riqueza del país y permitió un crecimiento económico sustancial.
Durante las Guerras Mundiales el recién creado ANZAC (Australian and New Zealand Army Corps) apoyó a Reino Unido de forma incondicional, con un número elevado de bajas humanas que aún hoy son recordadas y honradas (si viajas a Nueva Zelanda verás que, prácticamente en cada pueblo, hay estatuas o monumentos conmemorativos).
Hay que destacar que ya en 1907 el país se autoproclamó un dominio dentro del Imperio Británico y en 1947 pasó a formar parte de la Commonwealth (Mancomunidad de Naciones), gracias al Estatuto de Westimnster.
¿Y qué pasó con los maoríes?
Lo que comenzó con el tratado de Waitangi desembocó en uno de los capítulos más negros e injustos de la historia de Nueva Zelanda. No fue hasta un siglo más tarde, en 1975, cuando pudo redimirse de cierto modo con la creación del Tribunal de Waitangi, una institución ante la cual cualquier maorí puede reclamar posibles injusticias pasadas o presentes.
Este tribunal puede actuar con 3 diferentes tipos de resolución:
- Reconocimiento del daño provocado, con posterior perdón público por parte de la Corona Británica.
- Compensación económica, por posibles injusticias sufridas.
- Rectificación, en el caso, por ejemplo de edificación en suelo sagrado o volviendo a entregar a un lugar el nombre maorí original.
Hoy en día los maoríes representan cerca del 15% de la población de Nueva Zelanda y si bien no sufrieron la (mala) suerte de los aborígenes australianos, están lejos de sentirse integrados del todo en la sociedad… Al menos eso nos pareció y es lo que todos los neozelandeses con los que tuvimos relación nos transmitieron.
Por otro lado, desde la mitad del siglo pasado, hay un resurgir más fuerte de la cultura maorí, que todos en el país respetan, dignifican y reivindican (el idioma maorí está presente en el día a día de Nueva Zelanda, el haka es ya todo un símbolo de Nueva Zelanda en el mundo, etc…).
Nueva Zelanda en la actualidad
Actualmente Nueva Zelanda es uno de los países con mejor calidad de vida, menos corrupto y más libre del mundo. La primera ministra, Jacinda Arden, líder del Partido Laborista y en el cargo desde agosto de 2017, es la jefa de gobierno más joven del mundo (37 años) y es todo un ejemplo de líder carismático y progresista (el cambio climático, el rol de la mujer y la justicia social son algunas de sus preocupaciones). En 2017 eligió como ministro de Relaciones Exteriores a Nanaia Mahuta: por primera vez una mujer maorí ocupaba este cargo institucional.
Y no solo luchó de forma rápida y contundente contra la Pandemia del Covid-19 sino que actuó personalmente, reduciendo su sueldo de un 20% para mostrar solidaridad a los que lo estaban pasando mal económicamente.
Hasta aquí nuestro (no tan) breve resumen de la historia de Nueva Zelanda. Como has podido ver es un país joven, sí, pero con unas raíces y una historia de lo más interesante ¿no te parece?
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