PRIMEROS (Y ÚLTIMOS) PASOS EN QUEENSTOWN

Queenstown era una de las paradas más esperadas de nuestro viaje: cada una de las personas que la visitaron se marcharon encantados y nos comentaban que era la ciudad más bonita de Nueva Zelanda. Tenían razon.

Queenstown nos ha enamorado ¿cómo no podría? Montañas con sus picos nevados que la rodean con los Remarkables como protagonistas, un lago –el Wakatipu– tan precioso y transparente como frio, unas callejuelas comerciales que nunca descansan y belleza mires donde mires.
Hoy vamos a contarte como fue vivir en Queenstown, la que fue por 3 meses nuestra casa neozelandesa.

En Queenstown conocimos con Elia y Joan de voltan pel mon, unos catalanes tan majos como enamoraditos (esperando la boda estamos!!) que nos ayudaron en todo momento a aclimatarnos a esta nueva vida lejos de la furgoneta.

Pero no las teniamos todas nosotros, ¿sería el lugar perfecto para establecernos una temporada? Lo supimos en el KFC.

Debéis saber que pasa algo raro con el KFC en Nueva Zelanda: dependiendo del local te sirven en el menú de 6$ una pieza grande o pequeña de pollo. Así que decidimos dejar a la suerte nuestro destino: si en el KFC nos daban una pieza de pollo grande tendríamos suerte y nos quedaríamos trabajando en Queenstown, si la pieza era pequeña no encontraríamos nada y tendríamos que huir a algún que otro, aunque menos bonito. La respuesta fue rara: dos piezas de pollo pequeñas.

-Lety ¿eso que quiere decir?
-Hombre es el doble de lo normal ¿no?
-Pues sí, no se hable más, aquí nos quedamos!

Al día siguiente fuimos a la oficina de Adstaff, una empresa de trabajo temporal, y a las 24 horas ya estabamos trabajando como housekeepers. Moraleja de la historia: nunca desconfíes del pollo.
La primera experiencia de housekeepers fue muy rara: llegamos al hotel y esperandonos había un ejercito de viejecitas (que no paraban de robar leche) de unos 70 años. La que me tocó tenía 75! Entre pausa y pausa (aquel día hicimos más breaks que nunca), la dicharachera viejecita me contó que había sufrido un infarto, que su marido era un cabrón, que su hijo era alcohólico, que su novio también… así que al final del día entendí que mi vida es genial! (luego pense que quizás se lo estaba inventando todo para causarme pena y no pegar un palo al agua). A Rober le tocó el único hombre, un jovencito de 55 años, que casualmente iba vestido igual que él y que no se podia llamar de otro modo: Bob. Muchas ganas de trabajar tampoco tenía aunque por lo menos no había sufrido un ataque de corazón ni tenía una mujer alcohólica.

En cuanto volvimos al coche recibimos un mensaje de Adstaff preguntando si queríamos trabajar de housekeepers durante 15 días. La respuesta fue positiva y tras un finde viviendo en un camping lleno de conejos peludos -que dicho así suena muy mal pero eran super bonitos y graciosos, eres tú que tienes un problema, viejo verde!- comenzamos nuestra aventura con Element Escapes. 

Mucho podríamos decir sobre nuestra experiencia, aunque creo que lo hemos resumido bastante gráficamente en el post: las cosas que solo los housekeepers pueden entender. Aquí, aparte de sufrir bastante dolores físicos y encontrar alguna que otra sorpresa gastronómica (nunca olvidaremos las meriendas a base de muffin, el pollo de dos kg que encontramos en una habitación, los mejillones, el vodka, las pizzas, los helados, etc…) hicimos buenas migas con los compañeros. Si algo de verdad nos llevamos de esta experiencia son Bianca, Gonzalo, su peque Nahuel, Ivana, Sanna, Jess, Jairo y Ana.

Nahuel desconfiando de la boludita Ivana 🙂

Hubo alguna que otra movida en la empresa, alimentadas un poco por el hecho de que los españoles (y latinos) somos unas moscas cojoneras, que los neozelandeses son un pelín raros y que los rubios son un poco pequeño Pony, pero en fin… fueron movidas que nos dieron vidilla y que ahora, echando la vista atrás, nos sacan una sonrisa. Eso sí, que Andrew se de prisa en pagarnos lo que nos debe que si no le incendiamos el chiringuito!! (Los autores de este post no asumen ninguna responsabilidad en caso de fuegos sospechosos en las inmediaciones de la sede de Element Escapes).
Durante estos 3 meses tuvimos aparte de tener la suerte de vivir en Queenstown, pudimos compartir piso con Jairo, Ana, Fufi y Fufito, de acoger a Juan como nuestro primero couchsurfer, de conocer a Maria y a Francesco y de tener alguna que otra aventura rocambolesca… como la de noche vieja donde no sabemos ni bien como acabamos celebrando el año nueva en compañia de unos cuantos australianos borrachines.

Dejamos nuestra casita de madera el 6 febrero y el 7, día de mi 30 cumpleaños, dejamos la ciudad: show must go on, pero que buen recuerdo nos quedará para siempre. Hasta luego Queenstown, fue un verdadero placer!

 

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