DESVENTURAS: LA ALARMA

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Era un frío y nubloso diciembre cuando nuestros héroes se piraron a Liverpool y Manchester a empaparse de lluvia, cerveza & Beatles! Corría el año 2008 y nuestro amigo Álvaro estaba viviendo en Manchester, y aunque en estos días no estaría en la ciudad, nos invitó a quedarnos en su casa. Genial, pensamos… pero no sabíamos lo que nos esperaba.

Llegamos y cómo no, cervecita de despedida con Álvaro, entrega de las llaves, paseos por el centro, visitas más o menos culturales, flipe al ver los ingleses en chancletas con nieve (en honor a la verdad diremos que había sol… pero faltaba solo un oso polar por dios!) y reventados nos fuimos a casa.

Descubre que bus tenemos que coger, píllalo, sigue las instrucciones para llegar a la urbanización, intenta no matarte con el hielo, evita los perros que quieren probar tus jamones, busca el número de casa y ta-dan! Hemos llegado… por fiiiin que cansancio! Solo queríamos una cosa: dormir calentitos.

Rober rebusca en el bolsillo la llave, decidido la empuña y la inserta con inocencia en la cerradura sin saber que nuestra vida corría peligro. La puerta se abre, entramos… mmm que bien se está! Y de repente un BIP. Y otro, y otro… cada vez más cercanos y más altos, hasta que a todo volumen comienza a sonar: ninoninoninoninoninoninoninooo. LA ALARMA!!!

Álvaro no nos había dicho que había alarma, y por supuesto no nos había dado el código para desactivarla: perfecto!

Con caras blancas y sin saber qué hacer nos miramos y lo único que sabemos hacer es decir tacos. Desesperados nos quedamos en la puerta casi esperando una solución divina, que no llega. Así que entramos y subimos a la habitación, con suerte podremos contactar con Álvaro, pero que va! Rober acaba de cambiar el teléfono y no tenemos su número arg! Intentamos llamar a Bea, la novia de nuestro anfitrión, pero no contesta. Aiii qué hacemos?!

Y de repente lo peor ocurre: desde la ventana vemos una linterna iluminar el jardín. Madre mía: la policía! Y nosotros dentro de una casa que está pidiendo auxilio.

Tomamos aliento, nos damos un beso (a saber si la cárcel es mixta!) y empezamos a bajar la escalera como si fuéramos a ir al patíbulo. Y allí nos espera nuestro justiciero: un hombre de Scotland Yard (vale era un poli normal y corriente) y con voz temblorosa y con spaninglish del malo intentamos explicar lo que había pasado. El hombre, no sé como, nos entiende y medio divertido medio serio nos dice de ir a la habitación y de no movernos de allí, que en pocos minutos la alarma pararía de sonar. En su frase faltaba “y os vais a dormir sin cenar” para tener una bronca magistral! Nos saluda y se larga… ya tiene otra historia de pringadetes asustados para contar en el pub.

Al día siguiente conseguimos hablar con Álvaro… que claramente se parte, y nos revela el código secreto. Que se quedará secreto. Pero no contentos con esto, la segunda noche plenamente confiados en la palabra de nuestro querido amigo, a la vuelta a casa introducimos la llave, abrimos la puerta, el bip suena, nos acercamos a insertar la clave y… el bip no deja de sonar!!! No puede ser!

De nuevo empieza a sonar la Alarma. Nosotros nos queremos morir, salimos al jardín, nos sentamos en el murete y esperamos a nuestro amigo poli para volver a explicarle que somos unos puñeteros pringados. Menos mal que de pronto aparece un alma caritativa de la casa de enfrente, que no es otra que la compañera de piso de Álvaro. Mete el código correctamente y por fin la alarma deja de sonar.

Os juramos que metimos bien el número que nos dio Álvaro… ¿este cabroncete nos la habrá jugado?

 

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